martes, 1 de diciembre de 2020

Los intentos de Sinfónico Guzmán, capítulo 1

Dedicado a Gretel, Sebas, Ian, Mikel y Diego (música y Taekwondo)

Por Keila Ochoa Harris


 1. El nombre

¿Sabes qué es peor que terminar segundo grado? ¡Empezar tercero! ¿Por qué? Deja te explico. La maestra Amelia, en primero, me enseñó a escribir mi nombre así: 

«Luis S. Guzmán»

La maestra de segundo no consideró necesario cambiar mi forma de redactar mi nombre. Entonces llegué a mi primer día en tercer grado y la maestra Elena preguntó: —¿Qué significa la «S», Luis?

—No lo sé. 

—¿Cómo no vas a saber tu nombre?

¡Por supuesto que sabía mi nombre! 

Al día siguiente, la maestra Elena sonrió y se acomodó los lentes mientras decía: —Ahora lo sé. Tu nombre completo es Luis Sinfónico Guzmán. 

—¿Sinfónico? —preguntó Rodrigo, mi mejor amigo. 

Puedes imaginar lo que ese día significó para mí. Al final del día, toda la escuela primaria «Ignacio Allende», sabía que mi nombre era Sinfónico.

Salí corriendo de la escuela. Mi mamá me esperaba junto al árbol de siempre. 

—¿Cómo te fue? 

Quizá debo detenerme para contarte por qué no me causó gran sorpresa enterarme que me llamaba «Sinfónico». 

Mi papá es el director de la única orquesta en San José, mi pequeña ciudad. Sus padres lo metieron a clases de piano a los diez años y viajó a la capital a los dieciséis para estudiar música en el conservatorio. 

De regreso, se casó con mi mamá y trabajó como maestro de piano, pero su gran sueño se cumplió cuando formó la primera y única orquesta de la región. También abrió su propia tienda de instrumentos. Así que, no me resultó un disparate que mi papá nombrara a su único hijo: Sinfónico.

—¿Qué sucede, Luis? —preguntó mi mamá. 

—La maestra Elena dice que me llamo Sinfónico. 

Mi mamá no despegó la vista del suelo. 

—Yo no estuve de acuerdo en que te pusiéramos así, pero tu papá me prometió que siempre te diríamos Luis. 

Pues ahora la maestra Elena me había llamado Sinfónico todo el día.

—Es un nombre horrible. 

Mi mamá no dijo nada. 

Cuando llegamos a casa, subí al segundo piso donde estaba mi recámara. Comencé a quitarme el uniforme y el teléfono sonó.

—¡Luis! ¡Te llama Rodrigo!

Corrí al cuarto de mis papás donde estaba el teléfono. 

—¿Qué hay?

—Nada. Estoy esperando a mi papá, pero estaba platicando con Cata. 

Cata es la secretaria del director de la escuela. 

—¿Sabe que me llamo Sinfónico?

—Hasta don Agus se enteró. 

Don Agus es el que hace la limpieza. 

—¿Y qué dice Cata?

—Dice que hay una ley, o algo así, en la que puedas ir ante un juez y cambiar tu nombre. Pero debes tener dieciocho años.

Aún faltaban diez años.

—¿Y lo harás?

—Sí. Y tal vez me cambie de apellido. Podría ser Juárez, como el mejor presidente que México ha tenido. 

—Debo irme, pero no olvides decirle a tu papá lo de las clases de taekwondo. Empiezan el viernes. 

Rodrigo colgó e imaginé que su papá andaba cerca. El papá de Rodrigo es el director de nuestra escuela. Entonces miré un papel frente a mí y escribí: «Luis Juárez». Sonaba bien, aunque tenía que esperar diez años más. Mientras tanto, sería Luis Sinfónico Guzmán.

Pensé que lo peor de ese día sería dicho descubrimiento, pero aún me faltaba una sorpresa. Quizá peor que la primera.




Ninguna porción ni parte de esta obra se puede reproducir para fines de lucro

Todos los derechos reservados.

D.R. ©️ Keila Ochoa




 

1 comentario:

  1. Muy lindo! Lo voy a bajar para que a su tiempo, leérselo a mi nieta Elizabeth. Bendiciones, Keila, y que sigas siendo luz! Un beso!!!!

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